jueves, 18 de febrero de 2010

Capitulo I. EL FINAL

¿Como ocurrió todo?, es algo que aun hoy me pregunto, pero el echo es que aquello paso y fue una realidad, ahora y mirando hacia atrás, con la visión que da el paso del tiempo aun sigo sin comprender que me hizo llegar a perderme en un mundo que creía conocido, de tal forma que termino por devorarme por completo, y ahora estaba allí, en una celda de la policía judicial, pequeña, fría, y totalmente impersonal, pues de eso se trata, de no permitir ningún tipo de personalidad, nada que pueda permitir un atisbo de esperanza a los que se ven recluidos en su interior durante unas horas, de por si interminables, pero que ahora incluso me ahogan en un espacio tan reducido.

Hace ya unas horas que la policía se presento en mi apartamento, la verdad es que no me sorprendí cuando abrí la puerta y me encontré de frente con dos agentes,se identificarón como tales pero ellos sabían tambien como yo, que aquello era un gesto innecesario, hacia días que los esperaba, pero no por el mero echo de esperarlos acepte su presencia, incluso llegue a preguntarles cínicamente que querían. Eran dos, el sargento de la guardia civil Ramón Osuna, especialista en delitos financieros, y el cabo Cárdenas, destinado a su unidad desde hacia unas semanas, aun no se había habituado a las maneras del sargento, un tipo alto de gestos elegantes, le gustaba vestir bien, se hacia la manicura una vez a la semana, iba al gimnasio, comía en buenos restaurantes y gustaba de leer todo lo que caía en sus manos sobre el mundo de las finanzas, incluido el Wall Street Journal, que leía cada día a través de Internet, aunque de esto último Cárdenas sospechaba que solo lo miraba para elevarse un tanto su ego, no creía que hablase ingles, al principio de su llegada a la unidad le pregunto a la otra persona que junto con él y el sargento formaba la Unidad de Delitos Financieros de la zona oriental de andalucía, que comprendia las ciudades de Granada, Almería y Jaén, Málaga contaba con su propia unidad, mucho mas nutrida y mejor equipada que la del sargento Ramón Osuna, pero el era gato viejo en el cuerpo y la falta de material la suplía con su experiencia y su tesón, el resto de andalucía estaba dividida a su vez en dos subsectores, que solían compenetrarse entre ellos según las circunstancias lo exigieran, pero él solo contaba con el cabo Cárdenas y con la guardia Fonseca, Clara Fonseca, natural de Córdoba, una morena que parecía haberse escapado de uno de los cuadros de Romero de Torres, ya desde sus días en la academia de Baeza, fue muy popular, pero ella se mantenía ajena a todo ello, consciente de que en un mundo militar y tan jerarquizado como era el cuerpo, debería de esforzarse el doble que cualquier otro compañero, lo que la llevo a centrarse totalmente en los estudios y las pruebas, algo que le supuso granjearse el apodo de la roca, a lo que ella no prestaba mayor atención, aunque tampoco intentaba poner remedio, le convenía mantener distancias, incluso ahora en el cuerpo procuraba mantenerse fría en el trabajo. Pero eso no fue siempre así, aun se despierta en medio de fríos sudores y no puede evitar el romper a llorar cada vez que recuerda a María, una niña de diez años de su época en la UCO. María murió, mejor dicho, a María la matarón, se ensañaron con ella, fue su ultimo caso en la unidad central, la habían secuestrado para dar una lección a su padre, un asunto de drogas, un cargamento que la unidad intercepto gracias a una larga y dura investigación de la que ella formó parte como infiltrada en la familia de María, pero a María la usarón como moneda de cambio por aquel cargamento perdido, Clara se culpo entonces y se sigue culpando ahora, un tiempo fuera del cuerpo y un destino nuevo, eso fue lo que el cuerpo le ofreció, y ahora estaba a las ordenes del sargento Osuna, y cuando su compañero le pregunto si el sargento era trigo limpio, ella solo lo miro y siguió a su trabajo.

Cuando llegarón el sargento Osuna y el cabo Cárdenas, aun era de madrugada, sin embargo me encontraba despierto, habia pasado unas horas en la cama dando vueltas, mirando una y otra vez como el reloj apenas dejaba escapar las horas, unos minutos antes de sonar el timbre de la puerta me habia levantado y como si hubiese tenido una intuición comencé a preparar una lista mentalmente de cuales serian para mi los artículos imprescindibles que me permitiría sobrevivir en una isla, eran muchas las cosas innecesarías que en los últimos años habia adquirido, que me llevaría a una isla desierta, ah, si pudiera escapar a una isla desierta del pacifico, dejar de tener problemas, no tener que estar pendiente del tiempo, poder olvidar estos ultimos años de mi vida, comenzar de cero, volver a nacer, perdido en esos pensamientos estaba cuando el timbre de la puerta me devolvió a la realidad, fué algo irreal durante unos segundos, dos, tal vez tres en los que todo paso despacio, como a cámara lenta, es gracioso, hasta ahora solo creía que eso solo ocurría en las películas, sin embargo el tiempo se detuvo, mi mirada se perdió en dirección al ventanal amplio que en esos momentos permitía entrar los primeros rayos de sol de ese nuevo día, estaba amaneciendo, independientemente de mis problemas, volvia a amanecer un día más, que ocurriría si me lanzase al vacío, ¿podría hallar asi de esta forma mi isla desierta?, se acabarían mis problemas, volvío a sonar el timbre, esta vez acompañado de unos golpes sobre la puerta que me hicierón volver en mi, había vuelto a ser un cobarde.

Desde ese momento todo empezo a ocurrir de forma acelerada, tras identificarse el sargento me pregunto si estaba solo en esos momentos, en estos y en otros momentos quise responderle, pero solo asenti con la cabeza, me costaba articular palabra alguna.

¿Señor Gonzalo García del Valle?, por favor podría identificarse, era una mera formalidad, de sobra sabía quien era yo, llevaba meses investigando mi vida. Traémos una orden de detención del juzgado nº 5 de la Audiencia Nacional, creo que debería de vestirse, por favor. Siempre tan cortés, con el tiempo fue algo que incluso llego a exasperarme, esa cortesía más allá de lo que la formalidad institucional exigía, le indique mi dormitorio y me dirigí hacía alli, pero algo debío de ver en mi estado de ánimo que le indico al cabo Cárdenas que me acompañara, mas adelante cuando nuestra relación, si es que se la puede llamar así, me comento que no lo hizo por temor a que escapará, sino por miedo a que pudiera suicidarme, según me contó, en este tipo de arrestos, hombres de negocios que lo habian tenido todo no podian soportar el verse sin nada, el escandalo, y optaban por un camino mas rápido, no podía sospechar que era una alternativa que ya me había planteado, pero que despejé de mi mente por cobardía, aun consegui vestirme con cierta dignidad, me decidí por una americana de sport, camisa y pantalón cómodos y a juego, y unos mocasines, cuando salí pude ver en su mirada un leve gesto de aprobación. Por favor salgamos se hace tarde, lo siento pero debemos de esposarle, nuevamente esa cortesía, solo atiné a levanter mis manos a media altura y extenderlas, Cárdenas delante de mi me coloco los grilletes, estabán frios, en ese momento todo se derrumbo a mi alrededor, me deje llevar, no sentía ni oía nada, solo me dejé llevar.